La preparación es mejor
15 de febrero de 2013

Para
comenzar detengámonos en recordar que héroe es el hijo de un dios y un ser
humano. Como la palabra es polisémica sigamos indagando sentidos que las personas dan a este concepto. También se
trata de una persona que se hace famosa por sus hazañas y virtudes. Y en
literatura y cine es un personaje que ejecuta todas las acciones principales.
Pero en
cuanto a impulsividad la palabra nos recuerda a aquella persona que obra
irreflexivamente y se deja llevar de sus instintos e impulsos ciegos.
Lamentablemente los ejemplos de impulsivos abundan y creo que no hay entre
nosotros ninguno que no haya caído en este grave error. Luego sabemos por experiencias
propias y ajenas que la impulsividad nos conduce necesariamente al fracaso. Mas
la terquedad humana es mayor que la reflexión y aún sabiéndolo no corregimos
esta pésima manera de actuar y conducir la vida.
En
cuanto a la acción que el verbo designa la podemos describir como una de las
mejores formas para adquirir la autodisciplina que la toma de decisiones
requiere. Si profundizamos en ella descubriremos que la preparación comprende
dos momentos. El primero consiste en la anticipación fáctica o tangible que
proporcionan los hechos anteriores o los datos que hemos consignado o guardado
tales como cifras, documentos, palabras, juicios y raciocinios sobre los mismos
que hayamos hecho. Este conjunto, si sabemos combinar sus elementos, nos permite
vislumbrar los caminos y acciones que en el porvenir podemos ver y tomar.
Al
desarrollar el poder de anticipación no sólo podremos objetar con argumentos a
los contradictores si de una reunión se trata, sino que podemos movernos para esquivar
los peligros que puedan sobrevenir con sus acciones equivocadas. Gran mérito y
respeto ganaremos si somos capaces de advertir las consecuencias de asumir o
aceptar esa clase de decisiones. Gracias al conocimiento y análisis, también podemos
señalar los obstáculos y amenazas potenciales a los cuales nos veremos expuestos.
La
repetición de este modo de proceder nos llevará al hábito y cualidad de
anticiparnos a los hechos que ponen en riesgo la vida y los negocios. Cuando
comprendemos la importancia de la preparación nos resultan gratas esas palabras
de Abraham Lincoln: “Si dispusiera de
ocho horas para cortar un árbol, me pasaría seis afilando mi hacha.” En términos
de la empresa de hoy a este aforismo se le conoce como planeación.
La
seguridad en la ejecución de un proyecto es una buena planeación y ésta ha
demostrado sus ventajas y creo que ya nadie duda de sus bondades. Si se buscan
los fundamentos y se coloca en cada sitio a las personas y recursos adecuados
el éxito estará asegurado.
El
segundo momento lo constituye el análisis de los recursos y las personas que el
proyecto necesita. Se puede anticipar el fracaso si nos rodeamos de gente
indecisa o que no sepa seguir instrucciones. A ellas debemos enseñarles que las
circunstancias cambian continuamente y deben tener iniciativas alejadas de la
impulsividad y que a la hora de cerrar un trato no se debe tener confianza sino
hasta que el otro haya firmado o entregado el dinero.
Por
último recordemos que no es conveniente ir por ahí hablando de logros que no
hemos conseguido. A eso se le denomina alardear y esta acción hace que la
visión de futuro se derrumbe. Esto es comparable con la famosa fábula de Esopo,
La lechera, donde la heroína no hace más que soñar. La preparación nos saca de
este estado de ensoñación y nos pone en el camino correcto que nos conducirá a
la victoria. Así que no soñemos y preparémonos para salir a triunfar.
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