La sombra del éxito
4 de febrero de 2013

La observación personal y la lectura de muchas
biografías enseñan que el éxito no depende de una inteligencia despierta, de
especiales talentos o de una educación y entrenamiento adecuados. Ni siquiera
el trabajo duro y la buena fortuna pueden asegurar que se llegue al último
peldaño de la escalera donde brilla el éxito. Si nos asomamos a la ventana
veremos que el mundo está atiborrado de personas inteligentes, preparadas
intelectualmente y que han intentado de uno a mil proyectos, pero que
irremediablemente siempre cosechan los frutos adversos. La gran mayoría pasan
toda su vida trabajando de sol a sol para no dejar como herencia sino pesares y
ruinas. En el mejor de los casos consiguen un empleo y a fuerza de rutinas se
pensionan para pasar a vegetar y esperar el final del partido. Pero la historia
que siempre destaca lo extraordinario de los seres humanos no se fija en ellos porque
son individuos anónimos, desapercibidos y ordinarios.
Si miramos a nuestro alrededor veremos que algunos
han contado con un golpe de suerte, pero al final no lo supieron aprovechar y
volvieron a su estado natural que es el fracaso donde la escasez es manifiesta
y su voz son lamentos. Otros no han necesitado de la bendición del azar porque
de sus familias heredaron cuantiosas fortunas que en pocos años despilfarraron
y terminaron en la calle.
De los ejemplos anteriores podemos ir sacando
algunas conclusiones y nuevas visiones del fenómeno que analizamos. Por más que
nos esforcemos, al menos en teoría, no
lograremos establecer las características y diferencias entre el éxito y el fracaso.
No hay quien pueda afirmar que jamás ha tenido derrotas y que toda la senda transitada
ha sido una alameda de triunfos. Aunque antagónicos los conceptos, sus diferencias
suelen ser muy sutiles.
Aquellos que en su ignorancia han sido llevados
al dogmatismo del éxito aseguran que sí existen marcadas diferencias y que
seguramente quienes lo consiguen es porque son privilegiados por alguna divinidad que les revela todos los secretos.
Pero la realidad se opone a la creencia de que alguien
tenga como tesoros esas fórmulas que garantizan alcanzar los beneficios del
triunfo. Más que probable es seguro que usted conozca personas que sin mayor educación
y sin haber heredado fortunas se elevan a los niveles de prosperidad que otorga
el éxito.
Lo que sí es cierto, y se puede evidenciar en
los hechos, es que a esos estadios llegan los que aprenden y practican un conjunto
de hábitos, que como indica la palabra repiten todos los días, sin apartarse
del ideal que los guía.
Son verdaderos atletas que saben que la copa
espera a los que saben asimilar derrotas y conseguir triunfos, pero que al mirar
la tabla de los resultados son más las victorias que los fracasos. Ellos saben
que de nada sirven triunfos parciales u ocasionales. Es indispensable desarrollar
el hábito de triunfar porque el éxito exige sumar muchos días, semanas y años
de entusiasmo y duro trabajo por alcanzar lo que se anhela. Sin goles no hay
aplausos y copas, así se juegue de la mejor manera. Ya lo dije años atrás en Secretos de los triunfadores: “El esfuerzo
constante es la sombra del éxito.”
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