Es tiempo de aprender

16 de febrero de 2013

Para quien busca la verdad y la sabiduría es fácil comprender que “sólo el necio necesita aprender de sus propias experiencias; el inteligente aprende de la experiencia ajena.”
Desarrollar esta estrategia de aprendizaje resulta más útil porque no solamente es eficaz sino que ahorra tiempo y esfuerzos. Para conseguirla y convertirla en hábito es indispensable estar alerta y saber leer los comportamientos y conductas que puedan servir de lecciones de vida que podamos aplicar.
Para comenzar, el sentido común señala que el camino más corto es granjearnos la amistad o por lo menos no perder la oportunidad para tratar con las personas cuyo saber es superior al nuestro. No despreciar la sabiduría milenaria que los viejos durante sus años logran acumular y estar atento a sus palabras. Acostumbrarse a estar rodeado de gente sabia desarrolla el hábito del pensamiento positivo y correcto. No pasemos por alto que el ser humano todo lo aprende por imitación. Al conseguir el contacto de los que saben nos acostumbramos a las delicias del conocimiento.    
Pero los libros son un recurso que no se debe despreciar. En ellos entramos en contacto con los más afamados pensadores, científicos y literatos de todos los tiempos. Ellos registraron en sus obras sus experiencias y saberes y ahora es deber nuestro leerlos.
Sin embargo, si hacemos una encuesta como la que apareció ayer en España,  El Barómetro de Hábitos de Lectura  de la cual extracto:  
“¿Y los que no leen? ¿Qué razones aducen para ello? La falta de tiempo sigue siendo la principal razón, para un 48,8%, especialmente entre la población con edades comprendidos entre 25 y 54 años. El 29,9%  argumenta que no lee porque no le gusta o no le interesa, razón para no leer para el 47,4% de los jóvenes no lectores con edades entre 14 y 24 años. Entre los mayores de 65 años, los motivos de salud o los problemas de  vista es la principal razón para no leer en el 28,9% de los casos. Hay que señalar, además, que un 20,9% de la población no lectora apuntó que prefiere dedicar su tiempo a otro tipo de entretenimiento.”
Esta es la realidad, no todas las personas aprovechan la valiosa oportunidad que la sociedad brinda para  aprender. Contestemos con sinceridad esta pregunta: ¿Cuántos libros leo yo al mes? Y sí queremos que nuestros hijos sean buenos estudiantes cuando nosotros no damos el ejemplo en casa leyendo al menos tres páginas diarias.
Tal vez este tipo de personas que rechazan la experiencia y conocimientos ajenos desee probar que la inteligencia de ellos es superior a la de aquellos que se tomaron el tiempo para escuchar a otro mejor preparado o para leer una obra de la cual les hablaron. Quizás simplemente no tienen el ánimo o no desean aprender de otros.
Pero si uno se acerca a ellos a dialogar seguramente escuchará que lo saben todo y que con esos saberes han sorteado todas las dificultades que la vida les ha presentado.
Lo cierto es que los que así piensan no demuestran otra cosa sino que el abismo en el cual se hallan es profundo y no desean ascender hacia la sabiduría y el conocimiento. Dado que esas personas lo saben todo resulta impertinente que alguien como yo afirme que es tiempo de aprender.
Sin embargo, para cerrar el tema, propongo que hoy meditemos sobre estas palabras de Tito Maggio Plauto: “Feliz en su sabiduría el que aprende a costa de la experiencia ajena.”   
              

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