El amor es...

 





 Después de una noche de excesivo calor, abrimos los ojos para contemplar la duda agazapada en el recuerdo o la ambigüedad colgando de la brisa matutina. Los escenarios del sueño se borran como neblina que acaricia el sol. El manantial que se convierte en río se evapora y sentimos la sed que nos inquieta y angustia. Sin embargo, sonreímos al sol que nos saluda porque la conciencia nos impulsa a gritar que estamos vivos y el bullicio de las horas comienza a caer sobre nosotros como torrencial aguacero.

 Luego prendemos la radio o la televisión para cerciorarnos de que muchos murieron el día anterior en extrañas circunstancias y estar oyendo o viendo es una maravilla. Miramos hacia atrás y hallamos nuestras equivocaciones en su hedor insoportable. Hacemos un rápido balance para exorcizar el aire que nos ahoga con el peso de la culpa y después de luchar con los recuerdos nefastos concluimos con extraña lucidez: ¡Hoy es el día perfecto! 

 Nos ponemos como sombrero el optimismo y miramos el horizonte despejado. Las gaviotas dibujan alegrías sobre la bóveda del mar azul. Salimos con paso firme y ojos brillantes al encuentro de los obstáculos que se levantan como muro y una sonrisa del ser que amamos y nos ama y, además, camina a nuestro lado hace que nuestro corazón se exalte con el gozo y nos entregamos a las delicias de una jornada apasionante y sin perder un segundo sembramos futuro sin pensar en la cosecha.

 Al llegar la noche advertimos que el esfuerzo no fue resignación sino oportunidad de acrecentar el amor que en sublime compromiso iluminará el camino más allá de la muerte. Sonreímos a la pareja que nos mira y sin palabras y sin luz nos refugiamos en sus brazos para escapar de los fantasmas de la noche que son los únicos que no sienten este calor del puerto.                          

 

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