Oración del día
15 de diciembre de 2021
Padre celestial:
Quiero alabarte y bendecirte en
este nuevo día que me concedes. Gracias por esta oportunidad de meditar y ofrecer
mi jornada para gloria tuya. Me doy cuenta de que las situaciones pasadas
tienden a repetirse. La vida es cíclica. A una época de crisis sigue una de
prosperidad, la cual a su vez es seguida por una época de decadencia. Las mismas
causas producen los mismos efectos. Así lo estableciste. Los planetas y
estrellas me mueven en órbitas y a una estación sigue otra y se produce la repetición:
"¿Qué es lo que fue? Lo mismo que será. ¿Qué es lo que ha sido hecho? Lo
mismo que se hará; y nada hay nuevo debajo del sol" (Eclesiastés 1:9).
Pero Dios, juez de todos, aprecia de forma soberana cuanto hace el ser humano.
El Señor "traerá toda obra a juicio, juntamente con toda cosa encubierta,
sea buena o sea mala" (Eclesiastés 12:14). Según el libro del Génesis la
maldad de los hombres acarreó un diluvio, el cual destruyó lo que había en la
tierra y a sus habitantes. Igualmente, la perversidad de los habitantes de
Sodoma trajo como consecuencia su destrucción. Los hechos no suceden de manera vertiginosa
y los años parecen avanzar lentamente. A un siglo sigue otro y la maldad va en
aumento. Pero un día Dios pondrá fin a la historia humana y terrestre Hasta
ahora ha soportado toda la maldad que su criatura ha acumulado bajo el sol,
pero su paciencia llegará a su fin. “El Señor... es paciente para con nosotros,
no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento. (2
Pedro 3:9). El tiempo de adviento es preparación para recibirle y Dios espera
que nos presentemos ante su Hijo con un corazón puro. La Palabra de Dios
anuncia el juicio que caerá sobre los que viven sin Dios en este mundo. Pero,
así como sucedió con Noé, quien se refugió en el arca, o con Lot, quien fue
sacado de Sodoma antes de que la ciudad fuese destruida, la Palabra también
muestra a cada uno cómo puede escapar de ese juicio: aceptando a Jesucristo,
quien murió por nosotros en la cruz, y resucitó. Vayamos a Jesús, confesemos
nuestros pecados para que sean perdonados y pidamos en este nuevo día su misericordia.
Digamos: Señor, ten misericordia de nosotros y del mundo entero. Amén.
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