Oración del día

 


María, madre de Jesús, tuvo el gran honor de acoger al Salvador en su seno virginal. Escogida por Dios por ser una mujer piadosa, llena de fe y humilde. Jesús, el Hijo de Dios, dejó su gloria divina para venir a nacer en medio de los hombres con único fin de salvarlos. Entonces el ángel le dijo: María, no temas, porque has hallado gracia delante de Dios. Y ahora, concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre Jesús. (Lucas 1:30-31)

Al ángel Gabriel, quien le anunció que del Espíritu Santo ella concebiría un Hijo llamado Jesús, María respondió: "He aquí la sierva del Señor; hágase conmigo conforme a tu palabra". Cuando el ángel anunció a los pastores el nacimiento del Salvador, no habló de María, sino únicamente de Cristo el Señor (Lucas 1:38; 2:11). Cuando en las bodas en Caná faltó el vino, María se lo dijo a Jesús, quien le respondió: "¿Qué tienes conmigo, mujer?" (Juan 2:4). Pero fue y les dijo a sus amigos: "Haced todo lo que os dijere" (Juan 2:5). Ella sabía que no importaba lo que ella dijera o hiciera; sino que era preciso escuchar a Jesús. En el momento de la crucifixión, Jesús, sabiendo el dolor que su madre sentía, la encomendó al cuidado de un discípulo (Juan 19:26-27). María, humilde sierva de Dios, es asociada al profundo misterio del nacimiento de Cristo, nacido de una mujer, pero concebido por el Espíritu Santo. (Mateo 1:20).

Madre nuestra hoy te suplicamos que no olvides a los pecadores que confiamos en tu misericordia.

Gracias por haber acogido en tu seno purísimo a quien es el autor de la Vida y la Palabra de Dios. 

Gracias por haber mantenido tu "Hágase su voluntad" a través de todos los acontecimientos de tu vida. 

Gracias por tus ejemplos dignos de ser acogidos y vividos. Gracias por tu sencillez, por tu docilidad, por esa magnífica sobriedad, por tu capacidad de escucha, por tu reverencia, por tu fidelidad, por tu magnanimidad, y por todas aquellas virtudes que rivalizan en belleza entre sí y que Dios nos permite vislumbrar en ti.

Gracias por tu mirada maternal, por tus intercesiones, tu ternura, tus auxilios y orientaciones. 

Gracias por tantas bondades. En fin, gracias por ser Santa María, Madre del Señor Jesús y nuestra.

Que tu amor nos haga radiantes y podamos alabar al Padre, al Cordero y al Espíritu Santo todos los días de la eternidad. Amén.      

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