Oración del día
25 de
diciembre de 2021
Señor Jesús,
danos sabiduría para comprender la encarnación del Hijo de Dios.
“Y dio a luz a su hijo primogénito, y lo envolvió en pañales, y lo
acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en la posada”. (Lucas
2:7)
Un recién nacido nos causa emoción y admiración. Los pastores, primeros
en enterarse del nacimiento de Jesús las experimentaron. Ellos habían sido
advertidos por un ángel que el niño que iban a encontrar acostado en un pesebre
de Belén, la ciudad de David, era el Salvador, el Cristo, el Señor. Al verlo se
maravillaron y glorificaron a Dios. ¿Qué sentimos hoy ante el nacimiento de Jesús?
Estamos ante una belleza sublime, pero no podemos penetrar en el misterio de
este nacimiento. Dios tenía que hacerse hombre, según las profecías, es decir,
pasar por el proceso que vive todo hombre desde el nacimiento hasta la edad
adulta. El misterio de Belén, el nacimiento del niño Jesús, es la manifestación
de un hecho único que sobrepasa todo conocimiento humano: la encarnación de
Dios, es decir, Dios hecho hombre. Jesús es el Hijo de Dios. Es la base de la
fe en Jesús, el Salvador del mundo. Jesús es plenamente hombre y plenamente
Dios. El hecho de que Jesús se haya rebajado de tal modo que se lo conozca como
«el niño de Belén», o «el mártir del Gólgota», no se opone al hecho de que sea
el todopoderoso. Al contrario, Jesús, el Hijo de Dios, es la verdadera
revelación del poder y del amor divinos. ¡Qué bella prueba de amor por parte de
Dios: vino a vivir entre los hombres bajo la forma tan frágil de un recién
nacido! La encarnación de Dios es el camino del amor divino hacia el hombre.
Para nosotros es un motivo de adoración si vivimos la fe. Jesús, el "Verbo
fue hecho carne, y habitó entre nosotros." (Juan 1:14). Acerquémonos al
pesebre a contemplar la gloria. Señor, gracias por venir a compartir con
nosotros y a enseñarnos el camino al cielo. Amén.
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